diumenge, 31 de desembre del 2023

Schnell und nachdrücklich zu vergessen.



Damals, vor dem großen Kriege, da sich die Begebenheiten zutrugen, von denen auf diesen Blättern berichtet wird, war es noch nicht gleichgültig, ob ein Mensch lebte oder starb. Wenn einer aus der Schar der Irdischen ausgelöscht wurde, trat nicht sofort ein anderer an seine Stelle, um den Toten vergessen zu machen, sondern eine Lücke blieb, wo er fehlte, und die nahen wie die fernen Zeugen des Untergangs verstummten, sooft sie diese Lücke sahen. Wenn das Feuer ein Haus aus der Häuserzeile der Straße hinweggerafft hatte, blieb die Brandstätte noch lange leer. Denn die Maurer arbeiteten langsam und bedächtig, und die nächsten Nachbarn wie die zufällig Vorbeikommenden erinnerten sich, wenn sie den leeren Platz erblickten, an die Gestalt und an die Mauern des verschwundenen Hauses. So war es damals! Alles, was wuchs, brauchte viel Zeit zum Wachsen; und alles, was unterging, brauchte lange Zeit, um vergessen zu werden. Aber alles, was einmal vorhanden gewesen war, hatte seine Spuren hinterlassen, und man lebte dazumal von den Erinnerungen, wie man heutzutage lebt von der Fähigkeit, schnell und nachdrücklich zu vergessen.

Joseph Roth, Radetzkymarsch.


[Por entonces, antes de la Gran Guerra, cuando ocurrieron los hechos relatados en estas páginas, todavía no era lo mismo si una persona vivía o moría. Cuando un habitante de la tierra se extinguía, otro no ocupaba inmediatamente su lugar, para hacer olvidar al muerto, sino que quedaba un hueco donde este faltaba, y los testigos cercanos y lejanos de su desaparición callaban cada vez que veían aquel hueco. Cuando un incendio arrasaba una de las casas de una calle, el lugar permanecía vacío durante mucho tiempo. Los albañiles trabajaban lentamente y con cuidado, y los vecinos cercanos y los que pasaban por allí recordaban la forma y las paredes de la casa desaparecida al ver el solar vacío.  ¡Así era entonces!  Todo lo que crecía necesitaba mucho tiempo para crecer;  y todo lo que perecía, tardaba mucho en olvidarse. Pero todo lo que alguna vez estuvo allí, dejó su huella, y por entonces la gente vivía de los recuerdos, del mismo modo que hoy vive de la capacidad de olvidar rápido y con énfasis.]

dissabte, 22 de juliol del 2023

This Vermont God

The service did my heart and I hope my soul some good. It had been long since I heard such an approach. It is our practice now, at least in the large cities, to find from our psychiatric priesthood that our sins aren't really sins at all but accidents that are set in motion by forces beyond our control. There was no such nonsense in this church. The minister, a man of iron with tool-steel eyes and a delivery like a pneumatic drill, opened up with prayer and reassured us that we were a pretty sorry lot. And he was right. We didn’t amount to much to start with, and due to our own tawdry efforts we had been slipping ever since. Then, having softened us up, he went into a glorious sermon, a fire-and-brimstone sermon. Having proved that we, or perhaps only I, were no damn good, he painted with cool certainty what was likely to happen to us if we didn’t make some basic reorganizations for which he didn’t hold out much hope. He spoke of hell as an expert, not the mush-mush hell of these soft days, but a well-stoked, white-hot hell served by technicians of the first order. This reverend brought it to a point where we could understand it, a good hard coal fire, plenty of draft, and a squad of open-hearth devils who put their hearts into their work, and their work was me. I began to feel good all over. For some years now God has been a pal to us, practicing togetherness, and that causes the same emptiness a father does playing softball with his son. But this Vermont God cared enough about me to go to a lot of trouble kicking the hell out of me. He put my sins in a new perspective. Whereas they had been small and mean and nasty and best forgotten, this minister gave them some size and bloom and dignity. I hadn’t been thinking very well of myself for some years, but if my sins had this dimension there was some pride left. I wasn’t a naughty child but a first rate sinner, and I was going to catch it.

I felt so revived in spirit that I put five dollars in the plate, and afterward, in front of the church, shook hands warmly with the minster and as many of the congregation as I could. It gave me a lovely sense of evil-doing that lasted clear through till Tuesday. I even considered beating Charley to give him some satisfaction too, because Charley is only a little less sinful than I am. All across the country I went to church on Sundays, a different denomination every week, but nowhere did I find the quality of that Vermont preacher. He forced a religion designed to last, not predigested obsolescence. 

 

John Steinbeck, Travels with Charley in search of America.

diumenge, 12 de març del 2023

The 2022 Best Iceberg movies


 

Golden Iceberg: The power of the dog, directed by Jane Campion.

Silver Iceberg: Atlantic, directed by Jan-Willem van Ewijk.

Bronze Iceberg: Don't look up, directed by Adam McKay.

+-+-+

El buen patrón, dirigida por Fernando León.

Boiling Point, directed by Philip Barantini.

dissabte, 25 de febrer del 2023

Los mejores libros del Iceberg de 2022


 

 

Iceberg de Oro: Vida y destino, de Vasili Grossman.

Iceberg de Plata: Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich.

Iceberg de Bronce: Las palabras justas, de Milena Busquets.

 +.+.+

4º: Para los míos, de Juanjo Sáez.

5º: Ejército de caballería, de Isaak Bábel.

diumenge, 5 de febrer del 2023

Stalingrado


 

Cuando salieron del Estado Mayor del regimiento, la tarde era fría y luminosa. Apenas puso un pie en el patio asfaltado de la fábrica de tractores, Krímov sintió el peligro de muerte con mayor nitidez e intensidad que nunca antes en su vida.

Pero al mismo tiempo, se sentía preso de entusiasmo y felicidad. El mensaje cifrado llegado de improviso del Estado Mayor del frente parecía confirmarle que en Stalingrado todo era diferente; allí existían otras relaciones, otros valores, otras exigencias respecto a las personas. Krímov volvía a ser Krímov, ya no era un mutilado en un batallón de inválidos sino un comisario de guerra bolchevique. Aquella misión, difícil y peligrosa, no le daba miedo. Era tan dulce y agradable leer de nuevo en los ojos del comisario de la división, en los ojos de Pivovárov, la expresión que siempre había visto en los colegas del Partido...

Un soldado yacía muerto en el suelo entre los restos de un mortero y el asfalto levantado por una explosión. 

Quién sabe por qué, ahora que Krímov se sentía rebosante de esperanza, exultante, la visión de este cadáver le impresionó. Había visto muchos cadáveres antes, tantos que se había vuelto indiferente, pero en ese momento se estremeció: aquel cuerpo, tan lleno de muerte eterna, yacía como un pájaro, indefenso, con las piernas dobladas, como si tuviera frío.

Un instructor político vestido con un impermeable gris y arrugado pasó corriendo, sosteniendo en lo alto un macuto bien lleno, mientras los soldados arrastraban con una lona impermeable minas antitanque entremezcladas con hogazas de pan.

El muerto, sin embargo, ya no necesitaba ni pan ni armas, no esperabas las cartas de su fiel esposa. Su muerte no le había hecho fuerte, sino más débil, un gorrión muerto al que no temen las moscas ni las mariposas.

Unos artilleros estaban instalando un cañón en la abertura de un muro y discutían con los operadores de una ametralladora pesada. Por sus gestos Krímov pudo hacerse una idea aproximada de lo que estaban discutiendo.

¿Sabes cuánto tiempo lleva aquí nuestra ametralladora? Vosotros todavía estabais holgazaneando en la orilla izquierda cuando nosotros ya habíamos comenzado a disparar.

¡Un puñado de sinvergüenzas, eso es lo que sois!

Se oyó un aullido en el aire y un obús impactó en un rincón del taller. Los cascos golpearon contra las paredes. El soldado que abría paso a Krímov se volvió a mirar para asegurarse de que el comisario seguía vivo. En espera de que le alcanzara, dijo:

No se preocupe, camarada comisario; nosotros consideramos esto la segunda línea, retaguardia profunda.

Pocos después Krímov comprendió que el patio junto al muro del taller era un lugar tranquilo.

Tuvieron que correr, tirarse boca abajo, luego volver a correr y de nuevo echarse cuerpo a tierra. Dos veces se vieron obligados a saltar a las trincheras ocupadas por la infantería, corrieron a través de los edificios en llamas donde en lugar de haber gente solo silbaba el hierro...

Al menos no hay bombarderos lanzándose en picado dijo el soldado para reconfortar a Krímov, y añadió: Vamos, camarada comisario, metámonos en aquel cráter.

Krímov se dejó caer en el fondo de aquella fosa producida por una bomba, y miró hacia arriba: el cielo azul seguía estando sobre su cabeza y su cabeza estaba todavía sobre sus hombros. Causaba una extraña impresión sentir la presencia humana solo a través de la muerte que los hombres enviaban de todas partes, que aullaba y cantaba sobre su cabeza.

Y no resultaba menos extraño sentirse tan protegido en un cráter que había sido excavado precisamente por la pala de la muerte.

El soldado, sin darle tiempo a recobrar el aliento, le ordenó:

¡Sígame!

Y se arrastró a través de un pasadizo oscuro que apareció en el fondo de la fosa. Krímov se metió con dificultad detrás de él. Enseguida el estrecho pasadizo se ensanchó, el techo se hizo más alto y penetraron en un túnel. Bajo tierra aún se oía el rumor sordo de la tormenta que se desencadenaba en la superficie, el techo tembló y se oyeron repetidos estruendos en el túnel. Allí, donde se apiñaban tubos de hierro fundido y se ramificaban cables oscuros del grosor de un brazo humano, alguien había escrito con letras rojas sobre la pared: "Majov es un burro". El soldaldo encendió la linterna un momento y dijo:

Los alemanes están justo encima de nosotros.

Enseguida se desviaron por un pasadizo estrecho y se abrieron paso hacia una mancha gris pálido apenas perceptible. La mancha se hizo cada vez más clara y luminosa al fondo del pasadizo al mismo tiempo que las ráfagas de las metralletas y el rugido de las explosiones se volvía más fiero.

Por un instante a Krímov le pareció que estaba a punto de subir al patíbulo. Pero de pronto salieron a la superficie y lo primero que vio fue el rostro de varios hombres que estaban divinamente tranquilos.

[...]


La diferencia consistía en el hecho de que la victoria de Moscú había servido, fundamentalmente, para cambiar la actitud hacia los alemanes. El temor místico hacia el ejército alemán se desvaneció en diciembre de 1941.

Stalingrado, la ofensiva de Stalingrado, contribuyó a crear una nueva conciencia en el ejército y en la población.

Los soviéticos, los rusos, comenzaron a verse de otra manera y a comportarse diferente respecto a la gente de otras nacionalidades. La historia de Rusia comenzó a ser percibida como la historia de la gloria rusa, y no como la historia de los sufrimientos y humillaciones de los campesinos y los obreros rusos.


Vasili Grossman, Vida y destino.


dissabte, 4 de febrer del 2023