diumenge, 23 de juliol del 2017

Hasta que lo sabe el mundo



Había veintidós muertos abandonados. Algunas mujeres y algunos niños habían vuelto a sus chozas con las manos y las ropas manchadas de sangre. Era la sangre de la misma colina herida. Hasta las primeras horas de la tarde –ya la cuerda de presos reptando por la carretera de Medina Sidonia–, nadie habló, nadie salió de sus casas. Todo el mundo cerró los ojos y se tapó los oídos. ¿Qué nuevas ignominias tendrían que ver u oír todavía? A las cuatro de la tarde llegaron el juez y el forense. Oigamos a este último:
«Requerido por el juez, fui y levanté primero el cadáver de un hombre como de unos cuarenta años, que estaba en un cercado, con un balazo, al parecer, en la cabeza; a su lado no había armas, estaba dentro y fuera del cercado. De allí pasamos a la corraleta del Seisdedos. Había un gran montón de cadáveres, un verdadero río de sangre. Separado de un grupo de otros nueve o diez estaba el cadáver de Manuela Lago, que aún tenía ardiendo las ropas por el vientre, y se ordenó que fueran apagadas. Eran las tres y media o las cuatro de la tarde, como máximum. En el interior de la choza de Seisdedos, que aún ardía, se veía un montón de escombros y un montón de huesos humanos.

dimecres, 5 de juliol del 2017

Un cansament de colors



Ens veiem
perquè som els altres que ens miren.
Invertit l'espill,

sempre anem rere
un cansament de colors.
Al davant, però, no hi tenim la vida
sinó el passadís i la sala
dels experiments repetits. Assajos, tubs, i tot en vidre
comprovat. Ulls que miren
perquè observen els fenòmens
algú anota el resultat, no nosaltres.
En comptes de realitats,
xifres i
signes d'admiració si molt convé. L'endemà, però, records,
instruments, comandes, substitucions.


Màrius Sampere, Ens veiem. Dèmens.