divendres, 30 d’abril del 2021

Emociones binarias


Cuidar la vida personal y compartida, hacer frente a crisis sociales como la que venimos sufriendo, es imposible sin cuidar, entre otras cosas, de algo tan propiamente humano como la palabra. Y en situaciones de desconcierto como la nuestra, recurrir al verso de Blas de Otero "Me queda la palabra" es ya un lugar común. "Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra", dice el bien conocido texto. Para disentir o para acordar, seguimos creyendo que siempre nos queda la palabra. El medio más propiamente humano para construir la vida compartida.

Ya en el libro I de la Política recordaba Aristóteles que el ser humano es un animal social, y no simplemente gregario, porque cuenta con el lógos, un término que significa a la vez "palabra" y "razón". A diferencia de los animales que están dotados solo de voz para expresar el placer y el dolor, las personas cuentan con la palabra, que las hace sociales, porque les permite deliberar conjuntamente sobre lo justo y lo injusto, sobre lo conveniente y lo dañino. Y esta la palabra es la base de la familia y la amistad; es base de la comunidad política, que congrega distintas familias y diversas etnias y se distingue de ellas porque tiende al bien común y debería esforzarse por alcanzarlo.