dissabte, 27 d’abril del 2024

La jerarquía del partido



Ignat Yúrovich era apuesto y parecía animoso. Echaba un vistazo a su alrededor con mirada maliciosa. Unos rizos canosos salpicaban su generosa calva; sus cejas pobladas coronaban su rostro y le otorgaban un aspecto desafiante; su nariz era un poco ganchuda y, mientras hablaba, su dentadura postiza crujía en alguna parte de su cráneo. En las solapas de la americana lucía varias medallas al mérito en el trabajo y de congresista sindical. Estaba recostado sobre la cama, que estaba sin hacer, con el traje puesto y la camisa blanca almidonada. Calzaba unas chancletas de goma, que contrastaban con todas aquellas medallas de trabajador ejemplar. Tanto el traje marrón como las insignias le conferían un cierto parecido con William Burroughs si este hubiera sido miembro de la Unión de Escritores de la URSS. Junto al director jubilado, sobre un taburete pintado toscamente de azul, estaba sentada una sanitaria corpulenta y pechugona a quien Ignat Yúrovich llamaba Natasha y a la que mortificaba de forma expresa, sin que la presencia de extraños lo impidiera. Natasha, por su parte, todo hay que decirlo, respetaba escrupulosamente la jerarquía del Partido: con mucha paciencia, le servía al viejo ron en una taza metálica, llenaba de tabaco su pipa repujada en plata, espantaba las mariposas que se posaban sobre su calva, le hacía friegas en sus piernas decrépitas con perfume francés y le quitaba de las manos las revistas pornográficas. Y todas aquellas cosas las hacía sin pronunciar palabra ni mirar siquiera en nuestra dirección.


Serhiy Zhadan, Voroshilovgrado.