dimarts, 19 d’abril del 2011

Tres hombres no volvieron





En la planta catorce del pozo minero
de la tarde amarilla tres hombres no volvieron.
Hay sirenas, lamentos, acompasados aies
a la boca del pozo.
Dos mujeres de luto anhelando dos cuerpos
y una madre que rumía su agonía en silencio...
Es el tercero.

A las diez la luna clara
se refleja en las sortijas del Patrón recién llegado
con sombrero, gravedad y su aburrido gesto.
Él ha sido el primero, vendrán gobernadores
alcaldes, ingenieros.
Tratarán de calmar
la presentida viuda que se muerde el pañuelo
no sabrán acercarse a la madre que les mira
con los ojos resecos.

A las doce el patrón mirará su reloj
los otros ya se fueron
y en un punto y aparte esbozará un fastidio
mientras piensa "¿pero donde están estos?"
Ha llegado otro relevo de bomberos
y la una menos diez era la noche,
el primero muerto.

Sentados en el suelo, los mineros
se hacen cruces y recuerdan a Dios.
Quién diría les pillara de sorpresa la tragedia repetida
a veces el más bravo se le queda
mirando fijamente al patrón
con dientes apretados.
Y el patrón, con sombrero,
tiene dos policías a su lado no hay cuidado.

Tres horas lentas pasan
y a la luz de las linternas asustadas
el cura con los ojos arrasados
al segundo le va uniendo sobre el pecho las manos.
Y un chaval de quince años
mientras llora impotente se abraza contra un árbol
y el chófer del patrón con su gorra de plato
se siente desplazado, es un hombre prudente,
bien domado.

El rocío ha calado hasta los huesos cuando sale el tercero,
le recibe con sonrisa gris azul la madrugada.
Y con voces los mineros,
mientras se abrazan todos y uno de ellos,
el mas fiero, por no irse al patrón
llora en el suelo.

Víctor Manuel,
La planta catorce.