dilluns, 26 de juny del 2017

La filosofía



–Miguel Lupiáñez: En Cataluña las prioridades son otras, la sociedad se mueve por espíritus de construcción, de avanzar, de esfuerzo, responsabilidad, compromiso. No es que en el resto del mundo no exista, pero aquí los parámetros son básicamente estos: responsabilidad, compromiso, avanzar, premiar el esfuerzo.

–Periodista: Y en el resto de España, usted cree que no.

–M. L.: No, estoy diciendo todo lo contrario [sic.]. Se viven estos impulsos, estos sentimientos, estos valores, se miden y se viven de otras maneras. Mis padres me trajeron aquí con 8 años porque donde vivían no podían vivir, no podían alimentarme.

–P: Entonces usted está por la labor de que la sociedad catalana tenga derecho a decidir hasta dónde llega España y la sociedad española tenga que admitirlo porque eso es lo democrático.

–M. L.: El derecho de hablar, el derecho de poner las urnas, el derecho de manifestarse, el derecho de opinión yo creo que hay que llevarlo al límite de que sea así, a llevarlo al límite para que los políticos o las políticas que se hagan, sean en función del servir a la gente y por la cual muchos nos hemos acercado a la política Eso es así. Yo también como persona tengo enfrentamientos con amigos, con familia, en relación al por qué el resto de España no puede opinar sobre el tema. Yo entiendo que el resto de España no debe opinar sobre el tema por una razón: porque afecta básicamente al sentir, a esta desafección, a este querer administrarse de otra manera que tenemos los catalanes. Como ha pasado en otros países del mundo, como ha pasado en Canadá o en el Reino Unido.

–P: Usted ha titubeado cuando ha dicho que son diferentes.

–M. L.: Me preocupa muchísimo que se caiga en la demagogia de que los catalanes son diferentes. Aquí se vive de otra manera, y no es ni peor ni mejor. Aquí tenemos nivel de vida, y posiblemente en La Rioja, y posiblemente en Madrid y posiblemente en el País Vasco tengan nivel de vida. Pero hay otras zonas en las que la calidad de vida es extraordinaria, y posiblemente aquí en Cataluña, por esta responsabilidad, por este compromiso, por este querer avanzar, luchar, se vive de otra manera. Pero igual ocurre en Dinamarca con respecto al Magreb. Son actitudes diferentes frente a la vida.

–P: ¿Está usted diciendo que Cataluña es a España lo que Dinamarca es al Magreb?

–M. L.: No, eso lo están diciendo ustedes. No quiero hacer la comparación Dinamarca-Magreb [sic.]. En todas las partes del Ecuador para arriba... Lo hemos visto muchas veces, la zona de Francia es mucho más desarrollada al nivel de eh eh... La calidad de vida en el Norte es la que es, en cambio el nivel de vida, cómo se desenvuelve la gente socialmente, la luz, la calidad de vida, las relaciones humanas entre vecinos es mucho más dinámica, más próxima en el Sur que en el Norte. No estoy diciendo que aquí trabajamos más, de que aquí no roban; esto no lo estoy diciendo, porque tampoco lo considero justo. Estoy diciendo la manera de vivir, la manera de afrontar la vida, la filosofía, las relaciones humanas; ese contexto filosófico de relaciones que mejoran en unos puntos respecto a otros. Y andaluz soy, de nacimiento.


Entrevista a Miguel Lupiáñez, alcalde de Blanes, en Onda Cero.

dijous, 22 de juny del 2017

Revisitada plaza Tahrir

Este camino tiene varios elementos que, a criterio de sus diseñadores, lo hacen claramente vencedor. Primero, persistir en la idea del referéndum otorga la «razón» democrática al soberanismo a ojos de todos los observadores. Segundo, todo lo que deberá hacer el Estado para impedir la consulta (larga lista de altos cargos delante de la justicia española, suspensión de competencias...) seguirá afianzando esta «razón» democrática del independentismo en el ámbito internacional y acabará por activar la espoleta del fin de la paciencia en el ámbito doméstico, provocando que la revuelta de las sonrisas mute de rostro y se decida por la revolución –pacífica– y la ocupación del espacio público.
La guinda del pastel son las imágenes soñadas en todas las televisiones del mundo de un Gobierno y un Parlamento que resisten dignamente el envite de un Estado autoritario que no ha dejado otra salida que no sea la de rebelarse; todo esto acompañado de decenas de miles de catalanes comiendo, durmiendo y viviendo a las puertas de la Cámara catalana. El parque de la Ciutadella, apunta la estrategia, se convertirá durante unas semanas en una revisitada plaza de Tahrir en la que la primavera árabe se tornará otoño catalán. Un otoño que debilitará las posiciones del Gobierno hasta que, sea por voluntad propia, sea por presión internacional, se avenga a aceptar la nueva situación o, como mínimo, a negociarla.


Josep Martí Blanch, El Periódico. El otoño catalán.