dilluns, 4 de maig del 2009

Miedo y asco en Sevilla

"De fuera para dentro", dice Manuel Ángel Martín, ingeniero naval, economista y donostiarra. "La Feria de Sevilla - prosigue, mientras se sirve otro rebujito,una chispeante combinación de manzanilla con gaseosa-sólo se puede entender imaginando un constante movimiento de fuera para dentro. Para entrar en las casetas, para vivir a fondo la feria, hay que estar invitado, de manera que esta fiesta es una continua y meticulosa absorción de energías. Un laberinto. Un laberinto que decide quién entra y quién se queda fuera".

El señor Martín lleva cuarenta años viviendo en Sevilla, da clases en la universidad, escribe en el prestigioso ABC sevillano, fue viceconsejero económico de la Junta de Andalucía, dirigió el pabellón de la Energía de la Expo´92 y asesora a la Confederación de Empresarios de Andalucía. Pertenece a la nomenclatura. Al Gran Consejo de los Ulemas, habría que escribir siendo del todo consecuentes con la metáfora de Andalucía como renacido califato, imagen con la que hay que ir con cierto cuidado, no vaya a ser que entre rebujito y rebujito alguien se enfade. (Lo del califato en realidad se lo inventó Alejandro Rojas-Marcos, ardoroso andalucista que en los primeros mítines de la autonomía recordaba que el color verde de la bandera de Andalucía es el verde del estandarte de los Omeyas, dinastía fundadora del califato de Córdoba. Principiaban los años ochenta, la enseña de la autononomía corría el riesgo de ser confundida con la bandera del Betis, aún no se tenían noticias de Al Qaeda y gozaban de cierta popularidad las tesis del historiador Ignacio Olagüe sobre la inexistencia de una invasión musulmana de la Península. Lo que hubo, sostenía el heterodoxo Olagüe, fue un gran fracaso del Estado teocrático visigodo, un largo periodo de caos y miseria, y una muy lenta arabización de las elites urbanas).

Pertenece Manuel ÁngelMartín al estamento dirigente andaluz. Y es poco complaciente con el PSOE zapaterista. Como a otros muchos veteranos, no le convence ese socialismo mágico que parece querer curar la crisis económica a base de conjuros ideológicos y hierbas medicinales. El iluminismo tampoco debe de gustar a José Rodríguez de la Borbolla, aunque el ex presidente de la Junta es muy prudente en todo lo que se refiere al PSOE.

Prudente y sorprendentemente respetuoso, tras haber vivido el mal trago de la dulce defenestración. Una tarde, en 1990, Felipe González le convocó a la Moncloa y mientras paseaban por los jardines de palacio, El Imprescindible le dijo suavemente, como si recitase los primeros versos de El collar de la paloma (Ibn Hazm): "Pepe, he pensado que en las próximas elecciones el mejor candidato para Andalucía es Manolo Chaves". Detrás de los visillos sonreía el Gran Visir Alfonso Guerra.

Rodríguez de la Borbolla baila sevillanas con grandísima dignidad. "Cuando los hombres bailan sevillanas - me contará después el emir Carlos Herrera-,nunca deben levantar los brazos por encima de los hombros; desconfía de los que gesticulan en exceso". Baila sevillanas el nieto de Pedro Rodríguez de la Borbolla Amozcótegui de Saavedra (dos veces ministro de la Restauración, presidente del Real Betis Balompie y alcalde de Sevilla), con el centro de gravedad bien anclado en la caseta número 147 de la calle Joselito el Gallo. Baila majestuosamente. Gravemente. Como si fuera Utman, el primero de los Omeyas.

En un descanso, me mira fijamente, como debe mirar de madrugada a las aves zancudas que gusta fotografiar en las marismas, y hace ademán de empuñar, lentamente, el curvado alfanje:

-He leído en algún lugar tu tesis de que Andalucía accedió a la vía rápida a la autonomía como consecuencia de una jugarreta táctica del PSOE para hundir a laUCD de Adolfo Suárez. Quiero que sepas que eso no es verdad. La idea de que Andalucía debía acceder a la autonomía sin más dilación figuraba en el programa socialista y fue muy meditada por un comité en el que yo participé activamente. Nuestra idea era evitar una repetición del modelo particularista de la República. Ya sabes: País Vasco, Catalunya y Galicia. Nosotros pusimos las bases del federalismo.

Utman sigue mirándome fijamente y la manzanilla con gaseosa burbujea. "Dame el búcaro, dame el búcaro, que tengo sed...", canta el cuadro flamenco. Veo una luz blanca. La revelación. La iluminación histórica.

-O sea, que tú eres el responsable. ¡Ya ves la que has liado! ¿Federalismo? ¿Puedo reír? Queda un buen trecho para llegar al federalismo.

-No tanto. Sólo falta convertir el Senado en cámara territorial.

"Dame el búcaro, el búcaro, que tengo sed...". (Y seguimos hablando de política: del nuevo presidente andaluz, José Antonio Griñán, al que todos ven fortalecido por el cambio y, a fecha de hoy, difícilmente batible por el PP. Javier Arenas puede que haya envejecido.)

En su caseta (Chicuelo, 64), el emir Herrera consigue mezclar, de fuera para dentro, a gentes de la más diversa procedencia en la mejor tradición de la radio popular española: un torero, un teniente general, la esposa de un gran constructor, un vasco demócrata y sentimental que estuvo sentado en el banquillo del proceso de Burgos... y la sombra de Manuel Chaves Nogales, el más fino periodista de la Sevilla republicana.

Criado en Mataró, Herrera es un andaluz - andaluz, andaluz-con técnica catalana. Temible combinación. Percibe bien el movimiento de las personas y las cosas, sabe distinguir con rapidez la dirección del viento y, cuando conviene, cede al sentido de la mesura (muchos taxistas de Madrid han vuelto a sonreír gracias a su dial, huyendo del furioso almuecín de Teruel). Baila sin levantar los brazos y te ve a venir: "Deja de mirarme así, que parece que vayas a redactar un informe para Barcelona".

Enric Juliana, De fuera para dentro. La Vanguardia.