dijous, 29 de juliol del 2010

Bikin

(escrito el 27 julio)

En la ciudad de Bikin, el primer muni
cipio de la provincia de Khabarovsk accediendo desde el Sur, nos hemos encontrado con los primeros extranjeros del viaje. Para ser fieles a la verdad, no son los primeros – en Dalnegorsk distinguí en nuestro hotel a tres japoneses con aspecto de hombres de negocios -, pero sí son los primeros con los que he entablado conversación. Una conversación breve, eso sí. Eran un matrimonio de motoristas sesentones de los Estados Unidos que esperaban, frente a nuestro motel, la llegada de una camioneta que tenía que transportar sus dos motos Yamaha Africa Twin al mecánico del municipio. Su aspecto era el que uno se espera de una pareja de hippies de los 60’s a quienes les cuesta asumir el paso del tiempo. Su proyecto de viaje era recorrer la M60 desde Vladivostok al Lago Baikal. Su aventura, de momento, se ha interrumpido tras recorrer solamente 500 kilómetros.

La M60, pese a su condición de autopista, es un patatal parecido a los circuitos de carreras del videojuego Mario Kart. El arcén reúne una colección de componentes de lo más variado que han saltado de sus vehículos por culpa de los baches.
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Nuestro motel está regentado por una familia de ruso-coreanos. La hija menor de la familia ayuda a sus padres en la cafetería del hotel en estos meses de vacaciones escolares. Chapurrea un poco el inglés y, cómo no, al descubrir que somos de Barcelona, se le iluminan los ojos. Tras casi ocho años en el extranjero puedo confirmar que mi ciudad despierta un atractivo inusual en cualquier rincón del globo. Como dice el anuncio, “allí donde va, triunfa”.

Me ha sorprendido que las gentes de esta parte del mundo sepan lo que es Cataluña y su particular identidad. Como es habitual en mí, intento no sacar el tema. Normalmente me identifico como alguien de Barcelona, y eso es suficiente (excepto para los dos americanos, que creían que Barcelona estaba en Italia). Lo sorprendente ha sido que, cuando he dicho que soy de Barcelona, o cuando nos oyen a mí y a Andrea hablar en catalán, muchas veces contraatacan indagando si eres catalán.
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Desde hace dos días que recorremos la M60 en paralelo a la frontera con China. Es una zona repleta de bases militares, sobre todo en los puntos de paso de la frontera. Bikin es uno de estos lugares. La ciudad alberga la base militar más importante que hemos visto desde Vladivostok. Nadie quiere decirnos cuántos soldados están estacionados en Bikin; Alexey considera que es peligroso preguntarlo porque es secreto y nos pueden tomar por espías.

En cada municipio que nos detenemos, intentamos acercarnos a la frontera. Es una misión harto difícil porque para acceder a la frontera, hay que cruzar primero el río Ussuri (en esta zona, su caudal y diámetro es mucho mayor que el del Ebro a su paso por Tarragona) y luego un perímetro militar de unos 5 kilómetros de longitud al que está expresamente prohibido acceder, excepto para vecinos de la zona.

A partir de la ciudad de Lesozavosk, la frontera está delimitada según el recorrido del río Ussuri. Lesozavodsk, traducido al castellano, significa “la ciudad de la madera”. La red ferroviaria en esta parte del Ussuri está transitada básicamente por trenes de pasajeros, convoyes que cargan el material para la construcción del que será el gasoducto más largo de Rusia y el transporte de madera en dirección a China.

Lesozavodsk tiene también una alta presencia militar y en cada calle cuelgan lemas marciales, sobre todo los que conmemoran el 65 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi.

En estas zonas de frontera son incluso más frecuentes los monumentos que honran al Ejército Rojo. No hay intención alguna de revisar el pasado. La historia aquí no se toca, lo que quiere decir, a mi entender, que Rusia es todavía una proto-democracia. Cada pueblucho o ciudad tiene su museo de historia. Cada uno de estos museos es un calco del otro: relato básico acerca de la colonización de la región, breve recuerdo de los pueblos indígenas anteriores a la rusificación – hoy totalmente asimilados y con su cultura perdida en la noche de los tiempos – y una sección que recuerda a los soldados que lucharon en la Segunda Guerra Mundial. Pero no encontraréis una sola mención a las purgas estalinistas y, según te cuentan los guías de estos museos, ni falta que hace.

El mismo Alexey es un ferviente defensor de la dictadura estalinista pese a que su abuelo se pasó dos años en gulag acusado falsamente de espionaje. Cuando murió Stalin, le rehabilitaron en su empleo y le devolvieron las medallas que había recibido durante la guerra.
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Como decía, el río Ussuri, a medida que se acerca a la provincia de Khabarovsk, a su desembocadura en el rio Amur, va creciendo en anchura como pocos ríos en Europa. La mañana del día 27 la hemos consumido contemplando el río a las afueras de Dalnerchensk (38.000 habitantes). Nos hemos sentado con Sergei, un electricista de la ciudad que nos ha relatado su pericia como pescador. Frente a nosotros, los peces, animales que fácilmente alcanzan los 3 kilos, saltaban con descaro. Sergei vestía con ropa de cazador, igual que Alexey e igual que la mayoría de hombres del Este ruso. Dicen que reconocen que somos extranjeros precisamente por nuestra manera de vestir, más europea y, sobre todo, porque yo no llevo ninguna pieza de ropa militar.
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En el parque de la Avenida Lenin de Dalnerchensk hay un monumento dedicado a los soldados muertos en el único conflicto bélico que enfrentó a China y a la Unión Soviética. Fue en 1969, en el momento de mayor tensión entre los dos países (no se aguantaban porque China no quería estar bajo la influencia soviética). China invadió unas islas diminutas en el río Ussuri porque las reclamaba como territorio propio. La cosa acabó en un quilombo de tres pares de narices. Las islas fueron concedidas a China en 1991.

Sergei calcula que en su ciudad habrá unos 500 chinos, casi todos trabajando como ilegales en el sector de la construcción y agrícola. Los chinos viven en Rusia en un estado de semi clandestinidad. No se les ve por ningún lado y, a diferencia de lo que sucede en el resto del planeta, no se les permite regentar sus propias empresas. En Ussuri o Khabarovsk, ciudadanos chinos están alquilando zonas de cultivo para importar productos agrícolas a su país, pero a ellos se les encuentra en cuenta gotas.

Estamos en Bikin, nuestra última etapa antes de Khabarovsk; Bikin era también un lugar de parada y fonda de Arseniev antes de iniciar o al finalizar sus expediciones por el Ussuri. Hemos dejadola provincia de Primoria, el mundo de Dersu Uzala, de los gatos, el abedul, el tigre del Amur (quedan 500 especímenes), del oso tibetano y de los mosquitos. También es el país del Milkis, un refresco coreano a base de soda, azúcar y leche que lo beben en todas partes. No lo encontraréis en el Centro o el Oeste de Rusia. Tampoco en Europa, tan solo en Corea del Sur y el Salvaje Este ruso. No sólo de vodka y pelea viven los cobwoys rusos, el Milkis es lo que les liga para siempre a su infancia.